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El dulce parecía un hojaldre finito, así que cogí como base esta receta de masa quebrada. Tamicé 200 gramos de harina, 30 gramos de azúcar moreno, una cucharadita de canela y la piel de medio limón (como dicen los que saben de esto, sin coger la parte blanca ;) ) triturando durante 15 segundos a velocidad progresiva 5-10. A continuación eché 100 gramos de mantequilla (fría, recién sacada de la nevera) y 50 gramos de agua. Mezclándolo todo durante 15 segundos a velocidad 6.
Para poder trabajar la masa mejor, primero la tuve en la nevera durante media hora. Luego, la extendí bien, lo más fina que pude y una vez extendida, espolvoreé azúcar por encima, pasando luego el rodillo para que se incrustara la masa.
Y por último, la iba cortando con unos moldes de galletas y friendo. Preferí usar aceite de girasol por tener un gusto más suave, ya que como ven la receta tampoco es que tenga una combinación de sabores explosivas y no quería que el aceite les hiciera sombra. Al sacarlos de la sartén volvía a espolvorear azúcar...
Desde luego no sabían igual que el dulce original, pero estaban muy buenos. Además me gusta esta receta porque se presta a prepararla con niños, así que ya tengo una idea más para dentro de unos meses ;) Lleva muy poco tiempo de preparación y a los niños les encanta jugar con la masa. Uno de mis sobrinos, por ejemplo, cuando venía a casa no había forma de convencerlo para hacer otras cosas, el quería hacer crespillos... le encantaba. De hecho, ya hasta traía moldes de su casa cuando nos venía a visitar (vivíamos en islas distintas). Igual pruebo a hacerlos al horno, ya que es mucho más seguro si hay niños cerca...
Por cierto... los dulces eran Orelletes, y aquí tienen una receta.